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1 Samuel 1-2:1-11

Me parece maravillosa la manera en la que Dios me habla a través de Su Palabra, primeramente, pero también a través de otros hermanos.

Hoy no ha sido el mejor día, se podría decir que es uno de esos días malos para los que debemos estar preparados (Efesios 6:13). Ya de por sí, el día malo es preocupante, ahora sumemos el hecho de que no estaba preparada para enfrentarlo, no tenía toda la armadura, tal vez solo el yelmo me había puesto.

Sin embargo, Dios, en Su gran misericordia, me habló claramente a través de Su Palabra por medio de un hermano, este hermano parecía saber lo que yo estaba atravesando y decía justo lo que necesitaba escuchar. Finalmente, mencionó la historia de Ana, la madre de Samuel y dijo que esa lectura lo había impactado grandemente.

Yo sabía la historia, y pensé en hacerme la víctima, identificarme con Ana. Pero, el hermano, me desafió cuando dijo "yo leía eso y pensaba en las veces que me he comportado como Penina con mis hermanos". Hasta se me salió una risa cuando él dijo eso, porque yo ya estaba tomando el papel de Ana cuando de repente me vi comparándome con Penina. Y, en efecto, he sido una Penina molesta y cruel para algunos hermanos en ciertos momentos. De víctima pase a ser la mala de la historia, y mi parecido con Penina fue escalofriante.

Después, al llegar a casa, me pongo a leer el pasaje detenidamente. Ahora puedo tomarme el tiempo y encuentro mas similitudes con Penina, luego me comparo con el sacerdote Elí y tampoco me resulta difícil identificarme con él. También he criticado a mis hermanos en sus peores momentos, dejándome llevar por las apariencias.

De manera, que cuando me toca identificarme con Ana, ya había llorado tanto, había pedido perdón, que pude sentir que había derramado mi alma, como Ana lo hizo. Ahora podía leer la canción de Ana, con una mentalidad diferente y renovada, me sentía agradecida como Ana, porque sabía que sin merecer nada, lo tenía todo. ¡Lo tenemos todo!

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